Un
día de sábado, Jesús había ido a comer a casa de uno de los principales
fariseos, y éstos le observaban atentamente. Entonces contó a los
invitados una parábola, porque había observado cómo elegían los puestos
de honor. Dijo lo siguiente: "Cuando alguien os invite a una boda, no os
sentéis en el lugar de honor. Es posible que se haya invitado a una
persona más distinguida que tú, y que la persona que os ha invitado
venga y diga: "Cede tu sitio a este hombre". Y entonces, para tu
vergüenza, tendrías que ir a ocupar el lugar más bajo. No; cuando seas
un invitado, dirígete al lugar más bajo y siéntate allí, para que,
cuando venga tu anfitrión, pueda decir: "Amigo, sube más arriba". De ese
modo, todos los que estén contigo en la mesa te verán honrado. Porque
todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido".
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Jesús
entró en Jericó y atravesaba la ciudad cuando hizo su aparición un
hombre que se llamaba Zaqueo: era uno de los principales recaudadores de
impuestos y un hombre rico. Estaba ansioso por ver qué clase de hombre
era Jesús, pero era demasiado bajo y no podía verlo por la multitud. Así
que se adelantó y se subió a un sicómoro para poder ver a Jesús, que
iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y
le habló: "Zaqueo, baja. Date prisa, porque hoy tengo que quedarme en tu
casa'. Y él se apresuró a bajar y lo recibió con alegría. Todos se
quejaron al ver lo que sucedía. Decían que se había ido a alojar en casa
de un pecador. Pero Zaqueo se mantuvo firme y dijo al Señor: 'Mira,
señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he engañado a
alguien le devolveré cuatro veces la cantidad'. Jesús le dijo: "Hoy ha
llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de
Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que
estaba perdido.' |
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